Mis pensamientos viajaban a velocidad de la luz. ¿Enserio me
estaba pasando esto? Celia paseaba la mirada distraídamente por la habitación y
se detuvo en la pantalla del televisor que estaba parado en una escena de
Crepúsculo. Suspiré, me alisé el pelo con los dedos, que era lo que solía a
hacer cuando estaba nerviosa. Más allá de la realidad mi mente pensaba
libremente, ¿secuestrar a Celia para que se casase con Pablo? ¿Convencerla?
¿Cancelar la boda? No, imposible, la única opción posible era la segunda, pero
todos sabíamos que Cece era terca como una mula. Comencé a dar vueltas por la
habitación como si fuera un perro enjaulado, mi compañera se percató de ello y creo que se
sintió culpable.
-Sé que esto te causa problemas, pero la verdad es que, no
lo sé, no creo estar preparada para ello.- insistió- No es fácil por mi
familia, ya sabes que mi padre no aprueba la relación.
Definitivamente mi vida parecía sacada de un culebrón de
esos que echan en la 1. El padre de
Celia estaba muy chapado a la antigua, eran ricos, su familia había construido
una de las primeras fábricas de la zona y la habían conservado hasta el día de
hoy. Mi amiga no tenía más que un hermano mayor al que no le interesaba para
nada el sector secundario, su pasión era el arte. Además, Celia se iba a casar
con Pablo, un chico cuya principal meta en la vida era sacarse la carrera de
químicas. Y digamos que Cece desarrollaba un amor por el cine y la literatura
desmesurado. El séptimo arte era algo que teníamos en común, quizás lo que nos
hacía mantener la amistad, en ese sentido el cine era nuestra vida. Los filmes
clásicos nos volvían locas. Sonara extraño, pero era cierto.
Aún estaba cavilando sobre esto último cuando recibí la
contestación de Lorena, él miedo de Celia había provocado que yo llena de
pánico, le hubiera mandado rápidamente un tweet y eso conllevaba que a estas
alturas la Princesa Blogger estaría creando la entrada explicadora al más puro
estilo Diario. Sin embargo mi mayor preocupación no era como reaccionara ella, sino
más bien Pablo. Él era un buen chico, no se merecía tener que lidiar con estos
problemas, vale sí, reconozcamos que antes de conocer a Celia, Pablo era el
peor novio que podrías tener.
Y es que cuando eres el chico más deseado del pabellón del
instituto hay ventajas y desventajas. Siempre tenía alguna chica dispuesta a ir
detrás de él en todo momento, cada semana había una intrusa nueva en el grupo.
Y Claudia era una de esas chicas que se desvivían por un chico alto, fuerte y
de ojos castaños, puede que nada del otro mundo, pero era un amor de persona.
No recuerdo ninguna ocasión en la que Pablo no prestara ayuda de todo tipo, si
alguien se había metido contigo, siempre estaba él, en primera fila defendiéndote
como tu hermano mayor. Si contábamos que además se volvía loco con todos sus
ligues formabas el novio perfecto. ¿Cuál era entonces el problema? Su
incapacidad para preservar una relación estable, no es que no lo intentara, es
que, simplemente tenía más o menos la idea de que todas estábamos dispuestas a
irnos con él en cuanto el señor quisiera. Claudia se fue, pero el reto le llegó
con Celia. Se paso todo el primer trimestre de 4º de la ESO intentando que ella
cayera en sus redes. Trajo a nuestro grupo a todas y cada una del resto de
chicas de las otras clases, pero ella ni se inmutó.
Sin embargo las aguas siempre vuelven a su cauce, y el lobo
se enamoró de la oveja. Eso suponía un romance imposible, porque el novio de su
hija no aportaría nada productivo a una fábrica de ladrillos si estudiaba
químicas. Tampoco su primogénito mostró amor por la empresa familiar. Así pues,
al señor González no le quedaba opción alguna que atar a su hija. Así era más o
menos como describía la madre de Celia la situación, un padre sobre protector
velando por el negocio de la familia.
Y ahora, a dos días de celebrar una boda secreta entre Celia
y Pablo… ¿ella se echaba atrás? Mi
mente era incapaz de asimilar tal información y me volvía loca. Pero si algo me
sacó de mis casillas fue cuando mi compañía se puso a gimotear. ¿No era
suficiente con intentar parar su boda? ¿No bastaba con romper el corazón de
Pablo? ¿Había también que hacerme perder los estribos y que me pusiera a dar
voces? ¿Tenía que llamar la atención de los vecinos?
En silencio caminé
a mi dormitorio, una cómoda estancia azul, con un espejo que se abría dejando
paso a un enorme vestidor, un canapé de color chocolate con un confortable
colchón y un escritorio con un ordenador portátil. En una esquina reposaba una
silla de oficina, probablemente yo la hubiera apartado ayer. En la otra punta,
cerca de la ventana que daba paso a un balcón con flores, una estantería, del
mismo tono que la cama, se hacía notar con todos sus libros, películas y discos
musicales. Saqué uno de los primeros, lo elegí al azar no miré ni siquiera el
color, sabía perfectamente lo que mi mente buscaba cuando se encontraba mal.
Acaricié el lomo del libro mientras mis dedos notaban las inscripciones de la
portada. Reconocí el intenso olor que desprendía cuando lo abrí y me enfrasqué
en la lectura del primer volumen de la saga: “Cazadores de Sombras” y me
sumergí en el intenso mundo de Clary, Jace y el resto. Y dejé que pasara el
tiempo, hasta que Celia, sintiéndose mal abriera la puerta, me pidiera perdón y
todos siguiéramos adelante con la boda.