domingo, 28 de octubre de 2012

Como una puta gilipollas



Parpadeé, me quedé mirando el salón con las imágenes pasando por mi cabeza igual que una puta gilipollas que acaba de ver algo que le afecta bastante y que no hace nada. Igual que Bambi se quedó mirando como su madre moría sin poder moverse. Acorralada y con miedo. Rocío empezó a mirarme, primero en modo pregunta y después le entró pánico, comenzó a removerse inquieta y Sara esbozó una sonrisa. Algo dentro de mí explotó. Comencé a gritar, había sido demasiado, mi relación Adrián, mi discusión con Jaime, su beso con Mario, mi vida entera se había desmoronado por su culpa.

-FUERA DE MI CASA- grité.

-Alicia, no lo entiendes ¿verdad?- comentó ella.

-NO TENGO NADA QUE ENTENDER- continué- HE DICHO QUE FUERA DE MI CASA.

Lorena intentó sujetarme, lo chicos entraron en casa apresurados, Celia los había llamado, Daniel trató de contenerme pero aquello parecía inútil. Adrián cruzó el umbral de la cocina bufando, me abofeteó y agarró a Sara por los pelos. “Jódete zorra” pensé. Yo no acostumbraba a ser así, mala, desagradecida. El bofetón hizo su efecto, me safé del agarre de Daniel y Omar y avancé desde mi posición hasta donde Adrián sujetaba a la supuesta Princesa Blogger que no paraba de gimotear y pedir ayuda, ninguno se la ofreció ni mostró la menos compasión. Mi gemela trataba de no mirar, y tenía la mano delante la boca intentando reprimir todos los gritos, Pablo abrazaba a Celia que miraba con desprecio la escena y que iba a pasar. Lentamente Adrián me susurró algo al oído, por el rabillo del ojo pude comprobar cómo Lorena miraba con enfado. No me importó, sonreí y simplemente me decidí por fin a asentirle a mi amigo que soltó a Sara. Jugueteó con la extensión de pelo rubio que acababa de arrancar y la tiró por la ventana más cercana que estaba abierta.

Por las mejillas de aquella chica que en un tiempo pasado fue mi amiga corrían lágrimas, mi cara de pena tan falsa no pudo hacer otra cosa que más lloriqueos. Ella sabía bien que no podía hacer nada, la sentamos en el sofá y nos reunimos a su alrededor. Cecu cerró la puerta y ocupó un lugar entre Pablo y Lidia. Izan tomó la palabra como acostumbra a hacer en este tipo de situaciones y yo ya calmada le miré.

-Bien, explícate ya, tienes dos minutos, si no me convence, Mario querrá tener unas palabras contigo.

Nos miró de una forma que daba a entender su situación de carencia de información. Lucía abrió la boca, Jaime dirigió la mirada a Patricia y esta a su vez a Sofía. Recorrí con mis ojos todos y cada uno de los rostros de mis amigos a cada cual más alucinado hasta por fin detenerme en Alejandro.

¿Reacción de Claudia? Estallarse. Aquello fue increíble. Sara seguía sin tener ni la más remota idea de qué le estábamos hablando y se encogió de hombros.

-Estás diciendo que no tienes ni idea de lo de la Princesa Blogger- masculló Lidia.
-Haber, sé que la Princesa os está acosando, no le caéis bien, como se suele decir, os tiene entre ceja y ceja- empezó Sara- no sé mucho más, tenía constancia de que la andabais buscando y que suponías tener a la culpable, jamás pensé que me señalaríais a mí.

Arqueé una ceja y la miré a los ojos, azules igual que el cielo una mañana de primavera. Sin pausa continuó.

-Sé que hice daño, mucho daño, que mentí y fingí. Que hablé de falsos rumores. Pero queridos era un patio de recreo y en esos sitios todo se rige por la…

-…ley del más fuerte- terminé la frase- No se puede ganar la fama sin haber vivido lo duro antes, o pisas o te pisan es ley de vida.

-Y a la señorita no le gustaban las marcas de pisadas- ironizó Mario- pues te presento a la horma de tu zapato FALSA.

Izan carraspeó y las miradas se volvieron frenéticas, igual que los labios de Sofía cuando tenía algo importante que decir, o Lucía y yo moviéndonos por la discoteca al ritmo de La la love, o quizás era parecido a cómo Jaime repartía las cartas en una partida de póker de aquellas ilegales que solía ir a jugar a los barrios bajos. Fuera como fuera aquella habitación estaba sobrecargada de gente, emociones y sobre todo algo más importante. El sonido del móvil de Omar nos despertó de nuestros pensamientos. Miró la pantalla y se quedó frío, luego nos la enseñó.

“A todos nos gusta jugar, que pena que esta vez la que gané sea yo”


Princesa Blogger.



jueves, 25 de octubre de 2012

Esto será como una clase con Ana María


Oscuridad. Por un instante no supe si aquello era un sueño o realmente había vivido esas experiencias que durante lo menos una semana turbaban mi cabeza. Silencio. Alargué el brazo hasta palpar mi móvil y poder comprobar que eran las tres de la mañana. Mi estómago rugió, ¿enserio?, no soy ese tipo de personas que ataca la nevera en medio de la madrugada y que está saltándose una severa dieta. Triste, se me hacía extraño esto estando en el peso ideal. Sin ningún miramiento avancé desde mi habitación hasta la cocina, comprobé que Celia tenía su habitación cerrada y que Lorena dormía con la puerta abierta, me paré un instante y la observé. Ella siempre había tenido un sueño muy profundo, sin embargo se revolvía inquieta entre las sábanas “Con razón” dijo una voz en mi interior. Esta misma tarde, yo había llegado con mi gemela anunciando que a partir de ahora seríamos cuatro en casa. Mi amiga mencionó algo en referencia a la vieja solterona del 13 rue del Percebe, esa que recogía todos los animales abandonados que encontraba y los llevaba a su casa.

Sigilosamente avancé por el salón procurando no despertar a Rocío que se encontraba dormida en nuestra cama hinchable, finalmente llegué a la nevera y me encontré falta de lo que buscaba: una buena tableta de chocolate con dulce de leche. Bufando y haciendo murmuraciones en contra de Celia, abrí la despensa. Nada de chocolate relleno. Así que tuve que conformarme con una tableta de chocolate normal y el tarro de galletitas saladas, es decir, mi perdición. No me molesté en volver a mi habitación, me senté en uno de los taburetes de la cocina y me apoyé en la mesa. En menos de media hora terminé con el chocolate y un cuarto del tarro de galletitas.

Satisfecha con mi fechoría, volví a mi habitación y me acosté. Dirigí la mirada al techo. Nada, ni gota de ganas de dormir. Extrañada, me puse los cascos y comencé a escuchar música. Cuando por fin mi móvil marcaba las 4 de la madrugada estaba prácticamente derrotada. Creo que al final dormí alrededor de 5 o 6 horas, porque a las 10 estaba Lorena trajinando por la casa, apurando los últimos días de verano para limpiar. No sabía si ponerme a gritar o simplemente levantarme, murmurar un buenos días, tomarme una buena taza de café y dedicarme a la vida contemplativa hasta que a las 5 de la tarde me tocara abrir la tienda de moda en la que trabajaba. O c) ninguna de las anteriores. Me parecía como uno de aquellos test que nos hacía la profesora de geografía de 1º de bachiller, Ana María, en los que las preguntas solían tener cuatro posibles respuestas y la última siempre solía poner: ninguna de las anteriores.

Pues elegí la c), montar mi propia respuesta. Abrí la ducha y dejé que el agua corriera por todo mi cuerpo, no me molesté en regular la temperatura que había dejado Celia, amante del agua templada, cuando por fin consideré que mi pelo estaba decentemente lavado y mi cuerpo lo mismo, salí y me envolví en una toalla. Abrí mi armario y comencé la búsqueda de unos vaqueros y una sencilla camiseta de color gris.

Finalmente me dirigí a la cocina, vaya asco de mañana que llevaba. Un día de pena, una noche de pena, y Lorena de un humor de perros. Solo se me ocurrió soltar un: perfecto, lleno de ironía cuando comprobé que la rizosa estaba limpiando los azulejos de la cocina, cosa que solo tiende a hacer cuando está de mal humor.


Aquello fue algo tipo el colmo de los colmos, y, a diferencia del chiste, no hizo que la casa estallase en carcajadas ni mucho menos. Celia paró de soltar ese torrente de palabras que estaba haciendo soportar a mi gemela y Lorena soltó un resoplido que inundó el piso entero. Un minuto de silencio y Cecu siguió aburriendo a mi hermana.

Me preparé el desayuno, un  par de tostadas con mantequilla y mermelada de fresa y una buena taza de café. De lo bueno lo mejor.

Trajiné por la casa toda la mañana, colocando mi habitación y preparando la comida, también ayudé a colocar la cama de Rocío en una parte del salón y la acompañé a su hotel a recoger sus maletas y hacer sitio en mi armario para su ropa.

Pasamos por delante del portal de Sara, me paré un segundo a admirar el portero automático que afortunadamente no tenía cámara, pare a Rocío y le expliqué todo aquella historia de La Princesa Blogger que ya le había resumido el otro día en la cafetería de Diego.

A las dos estábamos en casa, y había alguien que sobraba en nuestra vivienda, cuando cerré la puerta y observé a Lorena sentada en un taburete, Celia en una silla y a Sara en el sofá, temí lo peor…

 

jueves, 18 de octubre de 2012

¿Doppelgänger?


Yo estaba tan centrada en ponerme en contacto con mi hermana que la semana me pasó volando, ya no me importaba el hecho de haber crecido creyendo ser hija única, ni el tener una gemela, ni siquiera que Mario creyera que Rocío era yo. No. Solo me apetecía poder hablar con ella, saber cómo había sido su vida antes de todo este rollo de los bebés robados, conocer más o menos quién era, comprobar si (como yo pensaba) era igual que yo.

Todo eso ocupaba tanto mi mente que cuando Lorena llegó a casa marcó el número de mis padres y amenazó que si no conseguían ponerme en contacto con ella cometería una locura; y no es que mis padres tuvieran miedo de lo que ella pudiera hacer, si no de que podía hacer yo. Total, que se suponía que yo, iba a verme con Rocío esta tarde (sí Lorena presiona bastante bien)

Salí temblando como un flan de casa para dirigirme a la cafetería de nuestro vecino, Diego; lugar donde yo conocería a la que todo el mundo confundía conmigo. Llegué, miré todas las mesas una a una y todos los taburetes de la barra. Nada. Nadie que se pareciera a mí, así que me senté en una mesa mirando a la puerta y pedí lo de siempre: un cappuccino con un pastel de crema. La gente iba entrando para refugiarse de la lluvia y tomar un café bien calentito o un chocolate, o como un grupo de niños, para celebrar el cumpleaños de uno de ellos. Sonreí al recordar los tiempos en los que todo era fácil y nosotros éramos como esos críos, que, el día de mañana iban a pasar por momentos parecidos a los que yo o cualquiera de la pandilla vivía.

Y de pronto sonó la campanilla de la puerta: un nuevo cliente, levanté la cabeza por costumbre y la vi. Fue como mirarme al espejo, excepto por el detalle de la ropa, aquellos ojos tan profundos, y la sonrisa tranquila, un pelo castaño claro, largo, recogido en una trenza a la izquierda. Sonreí y le ofrecí asiento en frente de mi silla. Diego me miró extrañado mientras le tomaba el pedido a mi hermana, señalé mi móvil con intención de decir “Luego te cuento” y él pareció comprenderme a la perfección. Observé como Rocío le seguía con la mirada, hice una mueca y por primera vez habló:

-¿Le conoces?- preguntó.

-Genial- dije sarcásticamente- hace menos de una semana me entero de que tengo una hermana y solo se le ocurre preguntarme por mi vecino de enfrente.

Se encogió de hombros y por un instante se me pareció a mi queridísima Sofía, a ella le encantaba hacer ese gesto y todos nos reíamos cuando Daniel, que al contrario no lo soportaba, rechistaba por este hecho.

-Pues vale- siguió- haber por donde empiezo…

Me resumió su vida según sus palabras “había sido una persona de lo más normal”, vivió en la capital de la Comunidad Autónoma desde que tiene consciencia de su vida, sus padre nunca dieron señales de importarles que ella fuese adoptada, este año comenzó a leer sobre los casos de bebés robados y empezó a destapar toda la verdad sobre su nacimiento, el certificado de defunción falso y su vida.
No me habló demasiado sobre los detalles que a otro quizás le interesasen, pero yo no soy una persona excesivamente cotilla. Luego fue mi turno y hablé, le mencioné a todos mis amigos, le conté mi vida personal y por supuesto le expliqué en que se estaba metiendo si de verdad, como decía, iba a quedarse a vivir en la ciudad. Eso, conllevaba salir con mi grupo (vale sí, la odiaba, pero a fin de cuentas era mi hermana), conocer a mis amigos y el constante acoso, por así decirlo, de La Princesa Blogger.

Meditó unos segundos, no sé exactamente en lo que pensaba ya que al mismo tiempo seguía con la mirada a Diego y me estaba poniendo enferma, así que, dirigí la vista a la calle, una tarde de principios de septiembre normal, la Plazoleta estaba petada, en el banco frente a la cafetería, Patricia y Daniel esperaban mi salida, no se aburrían no, se dedicaban a darse besos y decirse cuanto se querían, eso quise intuir debido a su actitud cariñosa “Empalagosos” pensé, cualquiera diría que una vez yo estuve así, pero aquello era tiempo pasado.

-¿Alicia?- exclamó mi gemela interrumpiendo totalmente mis pensamientos- ¿sabes de alguien que tenga libre una cama?

-Depende… ¿te vale un colchón hinchable?

Asintió, y me mordí el labio, Lorena iba a matarme después de esto, Celia siempre era feliz, pasara lo que pasara, se casaba dentro de poco, la comprendía, nada era capaz de borrarle esa sonrisa de la cara. Y yo (madrina, para variar), me sentía un poco indecisa, ¿enserio podía confiar en Rocío?, ¿qué iba a pasar ahora?, ¿cómo reaccionarían todos? Y más importante, ¿Qué dirá La Princesa Blogger?

Aquello era como tirarse al río de cabeza, hay dos opciones, o caes bien, o te das con piedras y algo me decía en mi interior que salir adelante iba a ser difícil…


jueves, 11 de octubre de 2012

No estoy borracha y veo doble


Desperté debido al sonido de mi tono de llamada, bufando, cogí mi teléfono y vi que era mi padre.

-¿Si?

-Siempre igual, contestando con un “Si” – dijo mi padre

-¿Me has llamado solo para comprobar que contestó como llevo toda mi vida contestando? En serio papa…

Pues resultó que no, que decía que hacía mucho que no iba a verlos y todo ese rollo que suelen soltar tus padres, así que decidí ir a comer con ellos.

-No comeré en casa- le dije a Lorena que estaba concentrada matándose en quitar una cosa que alguien había pegado en nuestra ventana a través de la escalera de incendios.

-Ni yo- contestó ella mientras seguía a su tarea- ¿Cecu tu?

-Yo tampoco- contestó Celia al mismo tiempo que salía del baño envuelta en una toalla

Al mismo tiempo yo abría la puerta y solté.

-Chao

Bajé las escaleras lo más rápido que pude y me dirigí a mi casa, el lugar donde me había criado desde que tengo memoria, era un edificio sencillo; tenía cuatro plantas y en cada una de ellas encontrabas 2 pisos del tamaño adecuado para una familia de 3 personas. Entré al portal y aspiré el conocido olor a humedad, siempre tuvimos problemas por lo húmedo y frío que era la casa, pero nunca nos quejamos excesivamente.

Tomé el ascensor y pulsé aquel viejo botón del 3er piso que estaba roto por algún gamberro que se entretuvo en quemarlo, probablemente hubiese sido alguien de mi grupo.

El principio de la comida fue bien, todo falló en el momento en el que al posar el postre en la mesa mi madre dijo:

-Alicia, tienes una hermana.

Me atraganté con mi tarta favorita y eso que no llevaba nueces. Grité un “que” y en mi opinión se oyó tres manzanas más allá seguro.

Me lo contaron, como yo había nacido con una gemela, igual que yo, la única cuestión es que a los dos días a mis padres les dijeron que ella había muerto.

-Un bebé robado- mascullé.

Me dijeron que mi Rocío (que así se llamaba) apareció hace una semana reclamando una prueba de paternidad. Mis padres no tuvieron inconveniente y se destapó la verdad sobre los misteriosos casos que estaban asolando la nación últimamente.

Eso fue como si algo me partiese en dos. Me sentó como una patada en el culo. No sabía si echarme a reír o salir de casa. Disculpándome opté por esta última y cuando entré en el ascensor me derrumbé en el suelo.

Cogí mi móvil y vi un mensaje de Mario:

“Así que ayer te pasas por la discoteca, me ves y no me saludas?”

-Mierda- susurré- Rocío esta aquí y estoy dispuesta a conocerla.

Oí el particular sonido del ascensor al llegar al piso deseado, como un autómata caminé hacia casa de Patricia. Necesitaba apoyo moral como acostumbraba a decir ella.

Toqué el timbre y me dejó subir. En cuanto abrió la puerta me dirigí a su sofá y me tumbé como si de mi apartamento se tratara.

-¿Qué pasa?- me preguntó

-¿Qué me dirías si te dijera que puedes ver dos Alicias por la ciudad sin estar borracha?

Abrió la boca, me miró, articuló un par de sonidos y varias palabrotas. No la dejé decir nada más, le expliqué lo que pasaba y la cuestión era: ¿cómo íbamos nosotros a encontrar a Rocío? Y más importante, ¿qué pasaría cuando ella me viera? Entonces mi amiga dijo algo.

-Tienes una gemela…

Hola mundo


Abrí los ojos lentamente, sentía punzadas en el tobillo derecho “Torcedura” pensé, giré la cabeza en dirección al centro, todo ardía, dotaciones de bomberos trataban de apagar y salvar nuestro precioso centro comercial. A mí alrededor vi a Pablo correr hacía mi gritándole algo al resto que estaba arremolinado en una ambulancia cercana:

-Alicia, Alicia- empezó.

-Haber Pablin, puede que haya saltado desde 5 metros y me haya torcido el tobillo, pero idiota no soy todavía y sorda no estoy.

-Veo que te encuentras perfectamente- masculló Lucía con cierto aire intranquilo.

Me acerqué a ver al resto y les pregunté por donde se supone que habían salido del edificio.

-Por el mismo sitio que tu, lo que pasa que nosotras esperamos a los bomberos- explicó mi primo Omar.

Le saqué la lengua, él y su gracia tan particular, a veces me encantaría hacerle el mejor amigo de Adrián son iguales, tontos, y como bien dice mi madre: “Tonto es el que hace tonterías”

Él enfermero me hizo pasar para mirarme el pie, y en efecto me dijo que se trataba de una torcedura de tobillo. “Nada que no supiera” pensé, puede que estuviera estudiando biología pero vivo con una estudiante de medicina (Celia) y algo entiendo…

-Pues vale- dije levantándome de la camilla y empezando a salir de la ambulancia.

-Pero…- trató de seguir. Yo no le oí solo pensaba en que narices había pasado aquí y en como estarían los demás, y seguí como pude al resto hasta mi casa.

Lorena estaba indignada cuando Cece y yo posamos los pies en casa, había visto la explosión desde su habitación y como alguien saltaba desde el primer piso, al mismo tiempo que decía esto Celia posó sus profundos ojos castaños sobre mi y le devolví la mirada.

-¡Ah no!- siguió nuestra compañera- Alicia no me digas que te tiraste desde cinco metros y por esa estúpida razón tienes el pie como lo tienes.

No dije nada, solo suspiré y como siempre ella lo interpretó como la afirmación que estaba pasando por mi cabeza.



Eran finales de agosto, dentro de unas semanas empezaría septiembre, vuelta a la Universidad, al trabajo, al estudio y hasta siempre al verano de 2012 además, según fuentes fiables no había sido un terremoto lo que se cargó nuestro centro comercial. Pero eso ya lo sabía yo desde que al saltar había visto que el resto de edificios de la ciudad estaban intactos.

Esto, para mi opinión, se trataba de un ataque terrorista, los medios no mencionaron nada, nunca se decía nada de esta parte de país, solo importaba la capital, alguna ciudad importante más y las elecciones presidenciales de la Comunidad Autónoma de al lado, nada sobre un centro comercial… Esta era mi sociedad y yo no podía cambiarla.

Las únicas noticias importantes para nosotros (La Princesa Blogger) sí contaba cosas sobre el incendio que estaba asolando nuestra ciudad y del que yo había salido viva por los pelos, circulaban rumores, nadie podía descubrir cuáles eran ciertos y cuáles una mera invención para llamar la atención.

Seguía pensando, pero ya no tenía control sobre mi razón, sentí que mis párpados pesaban y mucho. Me dormí, y como siempre soñé, pero no fue un sueño normal.

Fue un sueño de los míos, de los extraños, en los que todo te parece real y a veces solo quieres que se acabe ya, que pare…



















jueves, 4 de octubre de 2012

¿Dejavu? ¡Ah no! Se dice flashback


-¡Adrián!, ¡Adrián!- comencé a gritar mientras esquivaba personas, farolas y señales- si tratas de evitarnos a todos no vas a conseguirlo

Él por su parte seguía andando y yo debía caminar más rápido si quería seguirle el paso,

-No me jode que te fueses- traté de seguir- me jode que me hayas hecho correr.

Siguió ignorándome y cansada, y mayoritariamente cabreada (y mucho, sea dicho), volví a la Plazoleta, y para variar el ambiente no era bueno que digamos, Mario y Alejandro discutían mientras el resto estaba (por así decirlo) de espectadores. En cuanto me vio Sofía vino a susurrarme algo al oído.

-Mierda- mascullé- ¿cuánto tiempo ha pasado?

-Unos siete minutos- empezó Jaime, que seguramente sabía de qué iba la fiesta.

-¿Alguien sabe dónde vive?- preguntó súbitamente Izan, al mismo tiempo que crujía los nudillos.

-¡Oh claro y si quieres vamos y la matamos!- exclamó con su particular sarcasmo Claudia.

Y entonces se me pasó por la cabeza una versión de cierta canción infantil que habíamos hecho una vez en clase “Vamos a quemar casitas tralará, vamos a quemar casitas tralará, vamos a quemar casitas” Y rápidamente volví al mundo real.

-¡IZAN!, te noto muy agresivo- dijo Omar.

Miramos tanto a Alejandro como a Mario que seguían discutiendo a su rollo, así que nos levantamos y salimos de la Plazoleta en dirección al centro comercial, por el camino Lorena, Sofía y Claudia se quedaron en sus casas, por lo tanto quedamos los de siempre, los solitarios, aburridos y amargados dando una vuelta.

Y puede que ni siquiera nos alegrase escuchar música, se me hacía imposible sonreír verdaderamente, y me pregunté si mi cara se veía tan falsa como yo pensaba. Demasiada información para tan poco tiempo, demasiados recuerdos para tan poca gente y puede que algún que otro flashback.

-Acabo de vivir un dejavu- dijo Omar- eso que pasa cuando recuerdas algo del pasado.

-Eso- bufó Lucía- es un flashback inculto.

Yo sabía a qué se refería, nosotros, el centro comercial, Sara, primero de bachiller y aquel estúpido problema de amor.




*Flashback*

Miré el reloj, eran las 5 y 32, me ponía enferma que Adrián llegase tarde, y más que lo hiciera hoy precisamente, hoy que iba a decirle que no, que pensaba poner punto y final, que nada podría hacerme cambiar de opinión. Suspiré, hoy era el día en el que él iba a saber que yo no soy una mera muñeca de trapo, que puede ser controlada por unos hilos parecidos a los de una marioneta. Que de Alicia no se ríe nadie y menos él.

Le dirigí una mirada de aburrimiento al resto, estábamos todos, excepto Adrián, Sara le estaba susurrando algo a Lidia que comenzó a estallarse. Cuando por fin estaban a punto de ser las seis menos cuarto, mi novio entró corriendo por la puerta principal.

-Pensé que no llegarías ni para mañana- dije.

Me pasó la mano por el pelo y bufé, si hay algo que no soporto es que me soben el pelo. Me miró con sus profundos ojos marrones, me encantaban sus ojos, en cierto sentido me entristecía no volver a poder mirar esos ojos como algo más que los de un amigo. Tomé aire, lo dije, creo que no tardé ni dos segundos en pronunciar dos tristes palabras, que acabaron con todas las sonrisas.

-Se acabó- susurré.

Creo que al mismo tiempo caía una lágrima por mi mejilla, no dije más, ya sabía toda la historia…

*Fin del flashback*
Pablo estaba zarandeándome y volví al presente, no hizo nada, todos sabían lo que
estaba pensando, me mordí el labio y cerré mis ojos. Se me hacía extraño todo.
Algo trastornó mis pensamientos, un fuerte movimiento, escaparates rompiéndose al
mismo tiempo que todo se llenaba de cristales, ¿terremoto? Tal vez. Lucía gritaba y se
agarraba a Izan. Miré a mi alrededor, una fracción de segundo, estábamos todos.
Corrimos, demasiado tarde, trozos de techo taponaban la bajada a las escaleras ¿ataque
terrorista? Demasiado incierto. No vi otra alternativa, miré la ventana rota, calculé la
distancia que me separaba del suelo, unos 5 metros, suspiré ¿una explosión de gas? Muy
fuerte. Y sin pensarlo dos veces salté, el final era incierto…