Me estremecí era mediodía y aún así los barrios bajos de la
ciudad daban muchísima mala espina, miré a Claudia que venía conmigo. A lo
lejos vimos unas sombras, 6 personas, aligeramos el paso, y, cuando estábamos a
unos 10 metros de ellos los distinguimos: Izan, Lucía, Mario, Lidia y Jaime.
-¿Vosotras en los barrios bajos?- comenzó Izan- ¿qué os trae
por aquí?
-Podría haceros la misma pregunta- contestó fríamente
Claudia.
-Nosotras solo estábamos de paso- me apresuré a exclamar.
-¡Chist!- dijo Jaime- nosotros tenemos otras ideas…
Nos unimos al grupo y seguimos nuestro camino en dirección a
un bar chino, poco antes de entrar nos apartamos del lugar y Lucía dijo:
-Están perfectas para pasar de acompañantes, ¿de dónde
vendrán?
Yo no tenía ni la menor idea de lo que iba aquello, lo
cierto era que tanto Claudia como yo llevábamos vestidos y altos tacones,
claro, que habíamos ido a comer a un restaurante caro…
-Póker- susurró Mario.
-¿Partidas ilegales?- musitó Claudia.
-¿Hay algo ilegal en lo que no estéis mezclados vosotros?- exclamé
-Drogas- dijo rápidamente Lidia, todos la miramos- al menos
que yo sepa…
Reímos y nos apresuramos a entrar al local, aquello parecía
tan recogido por fuero y por dentro era enorme, se parecía a cierto casino al
que habíamos ido una vez Celia, Patricia y yo con Mario, Pablo y Daniel.
Apresuradamente saqué el móvil, Mario me detuvo.
-Si quieres conservarlo será mejor que ni lo enseñes, ni eso
ni la cartera.
Le miré a los ojos con una expresión de “sé cuidarme yo
solita” y lo guardé de nuevo en el bolso. Pasamos las mesas de comidas y nos
dirigimos a un portero que había en el extremo derecho del local, Izan musitó
unas palabras y luego dijo:
-Jugadores- señaló a Mario,
Jaime y a sí mismo- acompañantes- nos señaló a Lucía, Claudia, Lidia y a
mí.
Después el hombre, corrió las cortinas y nos dejó pasar a
una pequeña sala con varias mesas de póker. Eché un vistazo rápido y después me
senté en el regazo de Mario.
-Pensé que estabas enfadada conmigo- comentó
-Eres lo mejor que he encontrado en la sala- dije con
sarcasmo.
Comenzó la partida de nuestra mesa, observé a nuestros
oponentes, un hombre alto con gafas y barba, un joven de más o menos nuestra
edad, un hombre asiático, una joven que también tenía pinta de ser extranjera.
La suerte de Mario mejoraba cada vez más y en la mesa vecina Jaime, Claudia y
Lidia iban de mal en peor, en otra Izan y Lucía habían ganado tres o cuatro
partidas y tenían una pequeña fortuna. Cuando salimos de allí a las ocho de la
tarde, me acerqué a Jaime.
-Sabes- comencé dulcemente- ahora que lo recuerdo aún no sé
quién le vendió las drogas a Lorena.
-¿Y ahora te acuerdas?- dijo él con una sonrisa en la cara.
Me miró y la felicidad se borró de su cara, todo cobró
sentido muy rápidamente, giré la cabeza y pude comprobar que el resto todavía
no había abandonado el bar. Me agarró del cuello y me estampó en la pared.
-Lo sabes- musitó- ¿desde cuándo?
-Desde el principio, comencé a hacer averiguaciones, os
investigué a todos, tengo mis contactos.
-Tú prima, la hermana de Omar.
Sonreí, y él me apretó aún más, pronto de colocó una pistola
en su barriga, se asombró.
-Igual creías que yo ando por los barrios bajos sin pistola,
viviendo con una periodista en casa y teniendo una prima policía. Ahora
suéltame.
Hizo lo que le ordené, se alejó y después musitó:
-Nada de esto ha pasado
Asentí, Jaime era un tipo e doble de ancho que yo y de metro
noventa, aunque yo no fuese baja imponía cierto respeto. Pronto salió el resto,
nadie sospechó nada, por lo menos que yo viera…