Si me hubiera visto la cara en ese momento probablemente no
la podría olvidar, acababa de recibir el Whatsapp de contestación de Mario, él
y Patricia debían abrir las ventanas para que Lorena y yo pudiéramos entrar
descolgándonos con las cortinas desde el salón de encima. Aún seguía
preguntándome cómo no nos habían echado ya del restaurante porque seamos
francos habíamos provocado el secuestro de un salón, habíamos conseguido que
dos matones estuvieran controlando las entradas y salidas del aparcamiento,
habíamos armado un escándalo en la recepción y por descontado nos habíamos
cargado las cortinas de un salón y nos íbamos a descolgar por la pared. Sí
bueno, habíamos sido bastante discretos pero por favor, parecía insólito.
Me asomé al balcón, y comprobé que en efecto, habían abierto
las ventanas. Cogí el móvil, marqué el número de Izan.
-Ventanas abiertas, Lorena y yo estamos listas para
descolgarnos.
-Perfecto- aseguró él- podéis empezar a bajar, nosotros
estamos listos para irrumpir en la habitación.
El plan era simple, Lorena y yo entrabamos por las ventanas
como distracción para que Izan y el resto les tendieran una emboscada por la
puerta, vale sí sencillo, pero nos superaban en número en caso de que no nos
diera tiempo a liberar al resto.
Miré a la rizosa y asentí, comprobamos que las cortinas
estaban bien atadas al balcón y descendimos con cuidado, lo más importante era
no caerse. Aunque también estaba interesante llegar al piso de abajo. El último
salto era el más difícil y a su vez el más divertido. E irrumpimos saltando por
la ventana, Lorena por la izquierda y yo por la derecha, ella se llevó por
delante dos guardias despistados y yo aterricé encima del padre de Celia. En
ese momento Izan, Pablo y Alejandro entraron por la puerta armados con
extintores y Celia venía detrás con una cuchara (que nadie sabe de dónde robó)
y Lucía con una silla. Vale, no éramos precisamente valientes héroes pero no
había más.
Lorena corrió a liberar al resto mientras yo intentaba
retener en el suelo al padre de Cece, que se resistía con todas sus fuerzas,
finalmente Celia corrió en mi ayuda y aunque no pareciera capaz de hacer mucho
le dio bien fuerte con la cuchara. Lo que me dejó en posición de poder ayudar a
Claudia con un matón que intentaba tirarla por la ventana. No tengo ni la menor
idea de cómo Mario descubrió mi posición ya que estaba al otro lado y cuando un
guardia trataba de apuntarme con una pistola le soltó un sillazo y descubrí lo
útiles que pueden ser los muebles en una pelea.
No nos quedaba mucho tiempo para terminar el trabajo, ya
que, con nuestros gritos, probablemente todo el restaurante su hubiera enterado
de que había algo raro en nuestro salón así que rápidamente salimos del lugar,
pagamos la cuenta en recepción e huimos del restaurante. Sí había sido muy
patético, nada de cuchillos, ni navajas, ni una gota de sangre, porque,
claramente, no sé el resto, pero yo precisamente no quería pasar el resto del
año en la cárcel.
Menos daba una piedra, acabábamos de salvar la boda de Pablo
y Celia, así que los dejamos en su nueva casa (alias, el piso de Pablo), y el
resto nos quedamos en el piso de Patricia, Claudia y Sofía que no quedaba
demasiado lejos del nuestro.
Cuando llegamos, nos mirábamos unos a otros algunos aún
conmocionados por la idea de acabar de tener una pelea con unos matones
profesionales y salir con vida y sin apenas rasguños, aunque claro siempre
estábamos los típicos patosos (yo) que nos caíamos bajando las escaleras y no
descendiendo por la fachada de un restaurante colgada de una cortina. Y es que
mientras bajábamos a toda prisa las escaleras del restaurante hacia el aparcamiento
me caí. Y ahí comprendieron mi miedo a las escaleras y ascensores.
Me acomodé en la alfombra del salón a los pies del butacón
en el que se sentó de forma despreocupada Jaime, mientras que Lidia tomó
asiento en el más largo de los sofás junto a Daniel y Adrián. Patricia por su
parte fue a buscar uno de sus famosos pasteles y Sofía se fue a poner un
pijama. Alejandro conversaba alegremente con Lucía e Izan. Mario y Omar
comentaban la hazaña de hoy. Y Lorena y Claudia estaban viendo en la tele un
programa de perros, así que consulté mi reloj y las obligué a poner Gossip
Girl; a lo que Sofía preguntó a la vez que entraba en el salón:
-¿Pero tú ves eso?
-No sabes lo aburridos que pueden ser los sábados con esa-
comenté señalando a la rizosa y provocando la risa del grupo y una mueca por
parte de la aludida.
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